
El superordenador más potente del mundo se llama Fugaku, está en el Centro de Ciencia Computacional de Japón y tiene más de siete millones de núcleos. Lo acaba de determinar el nuevo ranking de Top500, hecho público este lunes, que lleva desde finales de los años ochenta elaborando la clasificación mundial de estos sistemas. Hace un cuarto de siglo, el superordenador más potente del mundo también estaba en Japón, se llamaba túnel de viento numérico -numerical wind tunnel (NWT)-, y su poético nombre no podía ser más literal: era un simulador de test de aerodinámica desarrollado por Fujitsu para el Laboratorio Nacional Aeroespacial de Japón. Estuvo a la cabeza del Top500 desde 1993 hasta 1996. «NWT fue uno de los primeros computadores en usar una arquitectura vectorial paralela alcanzando los 100 GFLOPS con solo 140 núcleos. Aunque a nivel tecnológico hay poco parecido entre NWT y Fugaku, la máquina actual es claramente el fruto de la experiencia de Fujitsu en supercomputación unida a bajo consumo«, razona Carlos Cordero, director de tecnología de Fujitsu en España.
«Quien no computa, no compite», asegura Mateo Valero, director del Barcelona Super computing Center (BSC), sede del célebre Mare Nostrum que mantiene un puesto en la clasificación desde 2004 y en ese tiempo ha multiplicado su potencia por 300. Las palabras de Valero retratan perfectamente la evolución que ha vivido el sector de los superordenadores durante los últimos 25 años: una constante y cambiante competición de fabricantes, países y centros de investigación. «La supercomputación, junto a la tecnología inspirada en computación cuántica, van a ser los dos caballos de batalla en tecnología en los próximos años. Fujitsu tiene un liderazgo importante en ambas tecnologías, y vista la importancia que van a tener en ayudar a resolver muchos de los importantes retos a los que se enfrente la humanidad en el próximo decenio, son dos líneas de trabajo e inversión absolutamente prioritarias», añade Cordero.
Computar y competir no es un capricho, y menos ahora. La crisis del coronavirus ha hecho de estos sistemas un preciado recurso en la investigación de la enfermedad. El propio Valero confirma que el Mare Nostrum ya está contribuyendo con su poder de computación a un proyecto en el que colaboran otros países europeos. Y al otro lado del charco, Donald Trump anunció hace meses que la Casa Blanca unirá fuerzas con IBM, Amazon, Microsoft y Google para concentrar el máximo poder de computación en la búsqueda de tratamientos y vacunas: 16 sistemas que juntos alcanzan 330 peta FLOPS.
Los FLOPS -operaciones de coma flotante por segundo-, son la magnitud que retrata el altísimo rendimiento de estos equipos y uno de los bienes más preciados de cualquier ordenador que quiera competir a escala mundial. Aunque han ido surgiendo rankings más específicos, como el Green500, que toma en consideración el coste energético, entrar en el ilustre Top500 es cuestión de velocidad. «Los computadores se clasifican después de ejecutar un programa que consiste en resolver un sistema de ecuaciones lineales», precisa a Valero. El primero en terminar será el más rápido del mundo. Los que le sigan irán ocupando los puestos siguientes en la lista, hasta llegar a medio millar de equipos.
El túnel de viento numérico alcanzó en 1995 una velocidad máxima de 0,17 tera FLOPS. La mejor marca del Fugaku supera los 415.000 T Flops y duplica los del equipo que ocupa el segundo puesto del ranking, el estadounidense Summit, que había mantenido el liderazgo durante las últimas cuatro ediciones de la clasificación, publicada cada año en noviembre y junio. «La arquitectura de Fugaku está basada en el procesador A64FX. Este procesador, diseñado por Fujitsu siguiendo la arquitectura v8-A de ARM, es hoy por hoy el procesador con mejor rendimiento por watio de energía consumida e integra además instrucciones de procesado vectorial y un conjunto de instrucciones que aceleran de forma notable los entrenamientos en inteligencia artificial», explica Cordero. Si Estados Unidos hubiera puesto un ordenador a la cabeza, no habría sorprendido a nadie: así lo ha hecho durante 28 de las 51 ediciones bianuales de Top500, publicadas durante los últimos 25 años. China ha conquistado la cima 11 veces y Japón, 12. La otra novedad es que el histórico líder ya no tiene el dominio absoluto en la guerra de la computación de alto rendimiento. Lo perdió por primera vez ante China en junio de 2016 y no lo ha vuelto a recuperar desde junio de 2017. Tanto es así, que, según los nuevos datos, el gigante asiático concentra ahora un 45,2% de los equipos clasificados, frente al 22,8% de los estadounidenses y el lejano 5,8% de los japoneses. «Han invertido en comprar muchas máquinas para ponerlas al servicio de investigadores y empresas, y en paralelo, están desarrollando máquinas para competir con Estados Unidos y Japón», explica Valero. El resto de los países se reparten el 26,2% restante con concentraciones muy inferiores a las de las dos superpotencias.